El otro día conocí a un joven encantador de 26 años: inteligente, bien educado, amable, bien parecido… Y este joven con tantas cualidades me contó que estaba aterrado de ir a su reunión anual de compañeros de colegio. La ansiedad se apoderaba de él al solo pensarlo. Sentía que a su edad (¡solo 26 años!) debía haber logrado muchas más cosas y temía reencontrarse con sus antiguos compañeros y quedar verte a ellos como un fracasado.
No es la primera vez que escucho una historia así. Y es que es tan común pensar que no somos suficientes. Creo que la razón principal son las exigencias autoimpuestas. Pensamos que deberíamos ser de tal o cual forma o tener ciertos logros y convertimos nuestros deseos en exigencias. Es como si nos dijéramos “o cumplo lo que quiero o no valgo”. Nos comparamos con los demás y empezamos a medir nuestro valor en función de una lista de requisitos ensalzados por la sociedad. ¿Soy atractivo? Si es así, me anoto un punto a favor. ¿Tengo pareja? Otro punto. ¿Tengo estudios? Sí, pero no los suficientes; punto en contra. ¿Tengo un buen trabajo? Otro punto negativo. ¿Soy exitoso? ¿Tengo amigos? ¿Poseo salud? ¿Tengo una familia unida y cariñosa?
Hay dos problemas fundamentales con este método de medir el valor de las personas. El primero es que la lista es interminable. Siempre habrá algo más que ser, que tener, que mejorar. Si estoy soltera, puedo pensar que me sentiré feliz cuando tenga pareja. Cuando la tenga, quizá no me sentiré satisfecha hasta casarme. Si es que lo hago, quizá más adelante no me sentiré realizada hasta no tener hijos. El problema no está en desear una u otra cosa; es perfectamente válido y humano tener deseos. El problema es la ilusión de pensar que algo en el futuro será lo que me hará feliz y sentirme bien conmigo misma. No funciona de esa forma. Siempre habrá algo que no esté acorde a la fantasía ideal que hemos elaborado para nosotros.
El segundo problema es erróneo creer que algo externo nos dará valor. Nos equivocamos al pensar que el valor de las personas está fuera de ellas mismas, por ejemplo en sus logros, en su riqueza o en su atractivo físico. Esto queda demostrado fácilmente al contemplar un bebé. Un bebé no tiene estudios, ni profesión, ni dinero, ni pareja. Tampoco sabe hablar ni responde a los cánones de belleza establecidos; es decir, no tiene “logros” en el sentido que entendemos la palabra y sin embargo, es valioso, valiosísimo. Sus padres probablemente darían la vida por él; cualquier bombero se lanzaría de lleno a rescatarlo; cualquiera de nosotros si lo viera en peligro trataría de ayudarlo.
Se ve de manera tan clara que el valor de los seres humanos viene del interior en el caso de un bebé, sin embargo se nos olvida en el caso de los adultos, especialmente cuando se trata de nosotros mismos.
Constantemente nos comparamos y caemos en la trampa de pensar que nos falta “algo”. Que si tuviéramos “eso” seríamos felices al fin y nos querríamos. Como otras personas han logrado lo que deseo y no yo, empezamos a culparnos, a creer que hay algo defectuoso en nosotros. “No soy lo suficientemente inteligente”. O guapo. O exitoso, atractivo, trabajador… En definitiva, no soy suficiente.
Hoy quiero decirte que sí eres suficiente. Naciste suficiente. Que haya aspectos de tu vida que desees mejorar o metas que quieras cumplir, no significa que no lo seas. No necesitas exigirte una media naranja, un mejor trabajo, un físico más atractivo para sentir que vales. Así tal como eres vales. Ya eres completo. No necesitas regirte por la lista de exigencias sociales para gustarte a ti mismo. No necesitas esperar al futuro o a “ser más” para empezar a amarte. Puedes decidir hacerlo hoy, desde ya. Puedes elegir tratarte con amabilidad, darte ánimos, cuidar la armonía de tu cuerpo y de tu mente. Puedes orientar tus acciones para tratarte como lo haría el mejor y más leal de tus amigos, aquel que te ama de forma incondicional y quiere siempre lo mejor para ti. ¿Te imaginas cómo sería tu vida si en vez de ser tu crítico más despiadado fueras tu mayor apoyo? ¿No crees que cambiaría para mejor? Vale la pena averiguarlo.
Valeria López Báez – Creadora de MiedoAHablarEnPublico.com
Terapeuta de hipnosis, profesora de habilidades comunicativas, coach y escritora.
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